"La grandeza del hombre es que es un puente y no un fin", FRIEDRICH NIETSCHE.

domingo, 22 de abril de 2012

Unidad 19. ARTE RENACENTISTA EN ESPAÑA

En España, el contacto adquiere rasgos sorprendentes debido a su especial situación social, económica y política, y a su carácter profundamente religioso y sus particularismos.
En arquitectura los primeros rasgos italianizantes proceden de la zona lombarda y afectan esencialmente a los programas decorativos (Plateresco), a través de arquitectos que aprenden el nuevo vocabulario in situ, caso de Lorenzo Vázquez (palacio de Cogolludo) o de italianos que desarrollan su labor en nuestro país, como Jacobo Florentino (cuerpo inferior de la torre de la catedral de Murcia, Ayto. de Villena…). Edificios como la fachada de la Universidad de Salamanca o el Palacio de Monterrey en la misma ciudad acusan ese estilo caracterizado por la profusión ornamental, que recuerda a edificios como el Ara Pacis o las decoraciones pictóricas romanas. El clasicismo llega de la mano del “italiano” Pedro Machuca (palacio de Carlos V en Granada) y se extiende a través de la obra de autores como Diego de Siloé (catedral de Granada) o Rodrigo Gil de Hontañón (fachada de la universidad de Alcalá) en un curioso proceso de reinterpretación de lo antiguo que la historiografía tradicional ha convenido en denominar Purismo. Finalmente, el manierismo adquiere presencia a través de una doble vía: la difusión de la tratadística, que tiene en España su imitación en la obra de Diego de Sagredo Medidas de lo romano (1526)  y la proliferación de artistas excepcionales como el alcaraceño Andrés de Vandelvira (Capilla de El Salvador de Úbeda) o Juan de Herrera (Monasterio del Escorial). La influencia de este último dará como resultado la aparición de una arquitectura sobria y austera comforme a los principios del contrarreformismo y de la monarquía de Felipe II que influirá en las formas del primer barroco español.
La escultura también presenta esas dos vías de asunción características: escultores italianos en España, caso de  Fancelli o Pietro Torriggiano, introductores de la estatuaria cuatrocentista, o españoles en Italia como Alonso Berruguete, influido por la obra de Miguel Ángel. El estilo de este último es de gran originalidad, muy expresivo y con formas dinámicas de carácter manierista (“serpentinata”). En la segunda mitad del siglo, destaca el borgoñón Juan de Juni, cuya obra revela también algo de la monumentalidad miguelangelesca, aunque más perfeccionista y clásica.
La nueva pintura surge de la obra de artistas como Paolo da San Locadio y Francisco Pagano, los cuales trabajan en Valencia para el cardenal Rodrigo de Borgia, futuro Alejandro VI. Esta impronta calará en la zona levantina y del sureste a través de pintores como Fernando Yáñez, Fernando de los Llanos, Vicente Massip, llamado Juan de Juanes, en los que se advierte la influencia clasicista de Leonardo (como en la Ultima Cena del Museo del Prado pintada por este último). La delicadeza clasicista tiene su máxima representación en Luis de Morales, cuyas madonas revelan una profunda influencia de la obra de Rafael Sanzio. Finalmente, el manierismo veneciano llegará a nuestro país de la mano de Tiziano, favorito de Carlos V y nombrado primer pintor de Corte, aunque nunca estuvo en nuestro país, y sobre todo de Doménico Theotocopulos, el Greco, discípulo de Tintoretto, que introdujo en la pintura española el misticismo y expresividad propios del último Renacimiento con un sentido muy personal.

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