"La grandeza del hombre es que es un puente y no un fin", FRIEDRICH NIETSCHE.

domingo, 22 de abril de 2012

Unidad 20. EL BARROCO. URBANISMO Y ARQUITECTURA. Bernini y Borromini. El palacio del poder: Versalles. España: de la plaza mayor al palacio borbónico.

La proporción, el equilibrio y el vocabulario clásico que habían inspirado la arquitectura renacentista sufren una profunda transformación a finales del siglo XVI. Los arquitectos del Barroco se guían por un nuevo vigor que sustituye la razón por la sensación. Se huye del vocabulario clásico como normativa estricta; el dinamismo y el movimiento moldean los muros, las plantas se enriquecen con nuevas soluciones, la cúpula adquiere un papel de primer orden o las fachadas se conciben como parte esencial del escenario urbano. Pero la característica esencial, no obstante, de la arquitectura barroca es su gobierno sobre las artes plásticas, supeditadas a fundirse con aquella; pintura y escultura se integran en la construcción para conseguir efectos escénicos. Esta simbiosis artística origina en la arquitectura un nuevo espacio: teatral, emotivo y persuasivo.La ciudad barroca.El Barroco fue un arte esencialmente urbano, ya que la ciudad era el marco idóneo para demostrar las adhesiones a la nueva monarquía o al papado o, simplemente, donde reflejar el esplendor de la nueva burguesía mercantil que la adopta como escenario de su poder.La ciudad barroca se convirtió en teatro perfecto tanto para ceremonias religiosas, procesiones, canonizaciones…, como para exaltaciones regias. Además, aparece como capital, el lugar donde las monarquías establecen su corte y todo su aparato político-administrativo. Ciudades como Roma, París, Londres, Viena o Madrid cambian por completo su configuración urbana, convirtiéndose en los centros neurálgicos de una nueva estética, áulica y confesional (Madrid de los Austrias). En contra del ideal renacentista, ya no se estiman las ciudades humanas sino las ciudades como expresión del poder y el monumentalismo, la ostentación, la teatralidad y el aumento desmesurado de su población se convierten en sus imágenes más significadas. El nuevo simbolismo urbano tiene en la plaza su ejemplificación principal, centralizando la vida política y reflejando mediante esculturas la figura de sus líderes (en España encontramos el fenómeno particular de las Plazas Mayores).Roma, como capital de la Cristiandad, y París, de la nación más poderosa del momento, se convierten además en avanzadas de la nueva arquitectura. En la primera, el mecenazgo de los papas desatará la ampulosidad del barroco individualista de Bernini o Borromini; en París, la institucionalización artística a través de las Academias, creará un gusto oficial caracterizado por su contención y mesura.La arquitectura en Italia.A fines del siglo XVI, Roma era el centro del catolicismo triunfante y la capital del estado de la Iglesia. El Papa Sixto V promovió entonces una reforma urbanística con motivo del jubileo del año 1600, convirtiendo la ciudad en un emblema digno del catolicismo. Se buscaba unir simbólicamente las grandes basílicas paleocristianas a través de una red viaria que funcionase como ruta de peregrinación hacia ellas; pero este ideal simbólico del Papa se unía a otro más pragmático de su arquitecto Doménico Fontana, que pretendía organizar la ciudad conforme a las necesidades de sus ciudadanos, siendo considerado como el origen del urbanismo moderno. En la Roma de Sixto V el concepto de lo individual debía someterse al valor general, los edificios debían considerarse como parte de un todo emblemático que era la ciudad. Con estas premisas en lo civil y el ejemplo de la iglesia del Gesú -prototipo de iglesia jesuítica que configura un espacio amplio y unitario para la participación de los fieles- de Vignola y Giacomo della Porta en lo religioso, se sientan las bases de la nueva arquitectura romana, que tiene como representantes más destacados:- Carlo Maderno. Arquitecto del primer barroco. Destaca como autor de la Fachada de la basílica de San Pedro.Y especialmente, a:- Gian Lorenzo BERNINI, arquitecto de Urbano VIII, para el que asumió la dirección de numerosas obras relacionadas con el papado: terminación de la Basílica de San Pedro y Plaza de San Pedro, Baldaquino y Cátedra de San Pedro; o para la familia de los Barberini: Palacio Barberini, Iglesia de S. Andrés del Quirinal o Asunción de Ariccia. Representa al artista por excelencia del Barroco: arquitecto, escultor, pintor, músico, como si se tratase de un nuevo Leonardo o Miguel Ángel. En arquitectura, sienta las bases de un estilo ortodoxo, caracterizado por la búsqueda de un efecto principal: la naturaleza espectacular, y unos espacios definidos por el principio de expansión infinita, animado por fuerzas centrífugas. Y- Francesco BORROMINI, representa la otra cara de aquel. Es el arquitecto de las órdenes religiosas, para las que hace construcciones de pequeño formato dotadas de un peculiar y fantástico sentido de la geometría. Borromini es el arquitecto de la contracción infinita, cuyas formas resultan de una conjunción de fuerzas centrípetas. Realizó tanto obras de carácter religioso: San Carlino, San Ivo, Oratorio de San Felipe Neri, Santa Inés; como civiles: Palacio Pamphili, Propaganda Fide, etc.La arquitectura en Europa. La Francia de Versalles.Aun cuando seguirá bebiendo de las fuentes italianas, debe mucho también a los particularismos nacionales.Francia se vuelca en una búsqueda del orden y el equilibrio caracterizada por la mezcla entre el Renacimiento francés y la adaptación de soluciones romanas del momento. Se trata de una arquitectura "académica", regularizada por un gusto unificado que se deja sentir desde la Academia Real y cuyas directrices reflejan un gusto por lo antiguo expresado en la más estricta teoría clásica. Se presta especial atención a las residencias palaciegas configuradas por el edificio palaciego y una suerte de paseos, prados, surtidores de agua, etc., en perfecta planimetría para crear sensaciones ópticas de cercanía.Como figura más notable conviene destacar a Jules Hardouin-Mansart y su Palacio de Versalles, concebido como un conjunto gigantesco que es la mejor expresión del absolutismo político de Luis XIV.La arquitectura barroca en España, de la Plaza Mayor al Palacio Real.España, por su parte, inicia con el siglo XVII una progresiva decadencia política y económica que repercutirá negativamente en la actividad constructiva. No obstante, una innovadora fantasía hace que la arquitectura -como expresión de la ciudad- española presente una gran originalidad, rasgo que se potenciará en las colonias hispanoamericanas. El poder de la Iglesia y las órdenes religiosas explica la multiplicación de iglesias, conventos…, así como actividades populares de clara vinculación urbana: desfiles pasionales, etc. La Plaza Mayor se convierte en el centro neurálgico de la nueva ciudad y de las nuevas intenciones sociales y religiosas.En consecuencia, los tradicionales modelos herrerianos, sobrios y geométricos, se imponen a principios del siglo en edificios principalmente religiosos y a través de arquitectos como Juan Gómez de Mora: Clerecía de Salamanca y Plaza Mayor de Madrid; o Francisco de Mora: Palacio de Lerma. Desde mediados del s. XVI y hasta bien entrado el XVI se introducen en España las formas procedentes de Italia, contribuyendo a crear un estilo Barroco mucho más decorativo, gracias al empleo de elementos naturalistas y geométricos para dar movilidad a las superficies. Las plantas siguen siendo sencillas, pero en los alzados aparecen mayores libertades que orientan la arquitectura hacia los presupuestos europeos. Las figuras más significativas son:- Los Churriguera, familia de artistas que darán nombre al estilo -churrigueresco-: abigarrado en lo ornamental, con recuerdos de lo hispanoárabe, flamígero o plateresco. José Benito: Retablo de San Esteban, Salamanca, y Nuevo Baztán, Madrid. Alberto: Plaza Mayor de Salamanca.- Pedro de Ribera: Hospicio de San Fernando, Madrid.La arquitectura palaciega adquiere notable importancia con la llegada de los Borbones. Las lógicas relaciones con Francia abrirán una vía de interés por la suntuosidad cortesana que tiene su primer hito en el palacio de La Granja de Segovia. Después, Juvara y Sachetti levantarán en Madrid el Palacio Real a caballo entre el gigantismo de Versalles y la ordenación italianizante, y Bonavía y Sabatini ampliarán el viejo palacio de Aranjuez, trazando la urbanización completa de la ciudad. Como en Francia, también la academias se preocuparon ahora por sistematizar y controlar el desbordamiento típico del barroco.

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