Al igual que en la arquitectura, resulta difícil hablar de un estilo gótico en manifestaciones que se desarrollan en un contexto cronológico y espacial tan amplio. Más si cabe en este tipo de arte, muy condicionado por circunstancias económicas, sociales y culturales de proximidad. Es por ello, que en los últimos años la historiografía artística se ha tendido a elaborar nuevas caracterizaciones, menos globales, que atendieran a la mejor comprensión de la realidad artística de la Baja Edad Media.
Así, se habla de un modelo francés, asociado al desarrollo de las ciudades durante el siglo XIII y a la integración de los artistas en cofradías o gremios; y de un modelo italiano, al amparo de las órdenes mendicantes, que se asientan en las grandes ciudades mercantiles de Italia, y de los conflictos entre partidarios del papa o del emperador. Ambos sufrirían la crisis del siglo XIV y los estragos de la peste negra. Finalmente, la recuperación del siglo XV se tradujo en la aparición del Gótico Internacional, refinado y exquisito, en relación con las numerosas cortes nobiliares, que daría paso a un arte cortesano, coincidiendo con la aparición de loe Estados Modernos, y burgués como consecuencia del nuevo papel económico de banqueros y comerciantes.
Estos modelos concretan en parte la evolución de la escultura y la pintura del periodo que, sin embargo, alcanzan peculiaridades y variedades regionales muy complejas entre las cuales estudiaremos las más sobresalientes.
Escultura.
Continúa siendo fundamentalmente monumental, aumentando los repertorios del románico y adquiriendo una gran importancia. Su temática sigue siendo preferentemente religiosa, pero se pierde el simbolismo del periodo anterior a favor de un mayor naturalismo y proximidad al espectador. Los temas principales siguen siendo los mismos, aunque la cristología deja paso a un mayor protagonismo a los temas marianos en consonancia con una nueva religiosidad más humanizada. Además, se amplían con los del devocionario popular a través de las vidas de santos, compiladas por autores como Santiago de la Vorágine.
Desde el punto de vista formal, la estatuaria gótica se caracteriza por la búsqueda de una belleza ideal al servicio del mensaje religioso. Las figuras tienden a una mayor humanización como consecuencia de la influencia de las ideas franciscanas sobre la humanidad de Cristo.Generalmente se suele señalar una evolución en su tratamiento coincidiendo con distintos momentos cronológicos. Así, el siglo XIII estaría presidido por la solemnidad, el XIV por la expresividad y el XV por el patetismo y la melancolía. Estas características serían de aplicación en las distintas tipologías escultóricas que van desde las asociadas a lo arquitectónico –en fachadas y exteriores, claustros y capiteles interiores-, los retablos, las sillerías de coro y los sepulcros, habituales desde fines del siglo XIV.
Difusión de la escultura.
Como en lo arquitectónico, Francia marca las tendencias escultóricas. Así, en el siglo XIII los grandes conjuntos catedralicios se convierten en referentes de la estatuaria posterior: Chartres, París, Amiens y Reims. Esta última representa la síntesis de las diferentes tendencias escultóricas francesas: la severidad del Maestro de Amiens, el clasicismo del Maestro de la Visitación o el manierismo centroeuropeo del Maestro del Ángel de la Sonrisa. Desde el siglo XIV el principal centro de producción se traslada a Borgoña (bajo el patronazgo del duque Jean de Berry y Felipe el Atrevido) donde sobresale una escultura vinculada a la estética del gótico internacional, de gran monumentalidad, y asociada a la presencia de artistas flamencos entre los que sobresalen Jean Marville y, sobre todos, Claus Sluter, a quien debemos obras de enorme influencia posterior como el Pozo de Moisés o al sepulcro de Felipe el Atrevido que inaugura una tipología funeraria característica del último gótico.
En Alemania, la elegancia se sacrifica en aras a la expresividad en los grandes conjuntos de Bamberg y Naumburgo, donde destaca el grupo de Utta y Eckehard, de un excepcional realismo retratístico, muy alejado de la idealización francesa.Italia, por su parte, se verá influenciada por los modelos clásicos, y la estatuaria gótica supondrá en muchas ocasiones un preludio de lo renacentista en autores como Nicola o Giovanni Pisano. Mención especial merece la figura de Andrea Pisano, quien trabaja en las obras del Duomo de Florencia y anticipa en sus puertas para el Baptisterio de san Juan, el modelo realizado años más tarde por Lorenzo Ghiberti.
En España, la escultura alcanzó un notable desarrollo asociada a los grandes centros de producción artística. En el siglo XIII, las portadas de Burgos y León acusan las manos de artesanos franceses. Un siglo más tarde el manierismo llega a través de la Puerta del Reloj de la catedral de Toledo, al tiempo que Cataluña adquiere una significación especial en los sepulcros y en los retablos, como el de Cornellá. Durante el siglo XV, la internacionalización del estilo se traduce en una escultura elegante de influencia externa, con distintos centros de producción y grandes artistas a su frente. En Cataluña, Pere Johan; en Toledo, Egas Cueman (Puerta de los Leones) o Mateo Alemán (sillería del coro); en Sevilla, Lorenzo Mercadante; en Burgos, Gil de Siloé (retablo de la Cartuja y sepulcro de Juan II e Isabel de Portugal) y en Sigüenza, Sebastián de Toledo (sepulcro del Doncel).
Pintura.
Supone un cambio radical respecto a la románica en la búsqueda de nuevos soportes, los retablos, que sustituyen a los muros de las iglesias; la técnica utilizada es temple al huevo y no existen caracteres generales sino escuelas representativas en relación con el proceso evolutivo de las artes figurativas antes comentado. Así:
- La Escuela Franco-gótica. Se centra en la miniatura y concede una importancia fundamental a la línea y el dibujo. Valoración de los tonos planos, sin volumen ni sombras. En España sobresale la figura de Andrés Sánchez de Segovia: Catedral Vieja de Salamanca.
- La Escuela Italo-gótica. Se advierten en ella dos tendencias:
. Sienesa. Caracterizada por su naturalidad, delicadeza y elegancia; sinuosidad de sus formas. Sobresalen autores como Duccio y Simone Martín. Influye en la pintura catalana a través de autores como Jaume y Pere Serra.
. Florentina. De acusada monumentalidad y volumetría que anticipan el renacimiento. Destacan autores como Cimabue y Giotto.
- El Estilo Internacional. Típico del siglo XV. Se caracteriza por su eclecticismo y un mayor amaneramiento de las formas. En España, responden a esta tendencia los catalanes. Luis Borrasa y Bernardo Martorell.- Finalmente, la Escuela Flamenca. Desarrollada a lo largo del siglo XV, supone para muchos autores una transición al renacimiento por sus logros técnicos y visuales. Está caracterizada por un extremado detallismo y realismo, así como por una especial valoración de la luz y del espacio. Entre sus logros se encuentra el desarrollo del retrato y la sistematización de la técnica al óleo. Sus autores principales se reparten en varias generaciones, destacando: Van Eyck, Hans Memling, Van der Weyden, Van del Goes, Joaquin Patinir o Hieronimush Bosh (El Bosco).
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